16.5.07

VANA ESPERANZA. Bolonia


El músculo está preparado, listo para la acción y desfilar por las calles de la ciudad de la mortadela. Es la cuarta vez que he estado aquí. Tengo un leve resfriado y la vana esperanza que en la tarde sea diferente. Me aburro de la manera más amplia y larga que me ofrece el castellano: soberanamente. La ciudad sobrevista me produce nostalgia de sus pórticos sucediéndose. Quizás sea el sol que entra en la estancia y que sobreexpone mi tedio, pero soy invadido por algo así como una sensación de extrañeza. La había sentido antes pero aquí es superior a la de cualquier otro lugar. No es el extrañamiento de la distancia y de la lejanía. Es la extrañeza del animal acechante ante una presa que no se come o ante un depredador que no hará daño. Es la oscura letanía de un spleen matutino o un anticipo lejano de serenidad convaleciente. Llega la tarde y, otro adverbio glorioso, meramente, paseo. Toco las hortalizas del Mercatto delle Herbe y compro en Tassoti libretas que iré rellenando con informaciones prácticas y recordatorias.

Bolonia. 26-03-04.

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