27.8.08

SORPASSO. Rocca d’Arsiè. Monteriggioni.


Circulo dando vueltas a un camino de tierra fuera del pueblo fortificado de Monteriggioni en el ferragosto canicular. Es ya el tercer castillo al que circunvalo en Italia: uno era lombardo en Milán y otro era normando en Sicilia. Este es sienés, “senese”. Dante, en la Divina Comedia, disfraza sus murallas en gigantes míticos. Uno de ellos, el simpatiquísimo Anteo, derrotado del gran Hércules. Días después hago lo propio en el norte en el lago de la Rocca d’Arsié, en el Véneto, en las estribaciones de las Dolomitas. Me obligo a correr y a oír a Tom Waits y su famosa “Mule” porque no quiero perder la comba de la modernidad de los cuarentones dominantes. Veo (oigo) que la mitad de las canciones las podría cantar o firmar Bruce Springteen: la cosa no es para tanto. Me adentro en un camino que rodea el lago absorto en los nuevos acordes. Descubro una vegetación vagamente diferente a la prepirenaica hasta que, llevado por los prestigiosos acordes, las ortigas me asaltan y mis canillas se erizan abruptamente. Vuelvo tras mis pasos raudo y localizo algo de U2. Huyo del desasosiego de los círculos y de los ataques sorpresa. El verano está en su intermezzo.