18.1.08

Tur. Oslo

Sostiene Per que los padres enseñan a andar rápido a los niños en Noruega para que no pasen frío, cosa razonable aún en tiempos de cambio climático. Sostiene también Per que los domingos los noruegos se van en familia a andar largas tiradas y que después, rendidos, se entregan a una opípara comida. Su amigo y compañero Markus, que es por lo visto más urbanita, dice que lo de Per es una rareza y que eso, a lo que llaman Tur, no lo hace nadie. Yo, a lo mío, rapidín a lo sumo por el margen del río Akerselva, que es ahora un canal ancho, limpio y bravito, habitado por patos y jalonado con cataratas. Antes era un pozo de polución y la divisoria social de la ciudad. Pudiera parecer que lo que se me iba a quedar de esta ciudad era alguna de sus alegrías naturales: este río, el fiordo o las montañas que le rodean.

El parque de las estatuas o Parque de Vigeland es el único parque inquietante que conozco por causas metafísicas. Bajo una luz dickensiana atravesé sus rectilineos senderos, coetáneo el parque al arte de los soviets y de los fascios, vigilado por estatuas y estatuas a tamaño natural de hombres,mujeres y niños desnudos. Más hombres que mujeres y más hombres juntos que hombres y mujeres juntos. El final es el medio, el centro: escaleras en círculo sobre el que se erige un falo de cuerpos en contoneo espiritual. Las estatuas nos quieren interrogar o ilustrar sobre la condición humana. La risita inicial es después un gélido rictus. Es mejor salir de allí, caminar rápido, cansarse.

16.1.08

Ufanías

Ufanía como epifanías. No tengo conexión y no puedo comprobar en el diccionario online si la palabra del título existe. Parece que sí puesto que no lo delata el corrector. Epifanía como ufanías. Eufónico y epifónico. Epifónico sí que es corregida. Online en cambio no.
Van Morrison. Después de no sé cuánto tiempo, Days Like This. Las letras se aclaran o se esclarecen como el amanecer en la ciudad. Habla o canta sobre las esperas de la amada en la tarde, de su oficio de letrista, de ser orgullosa y humildemente un escritor de letras, del amor y del desamparo y de más cosas que mi memoria de pez sepulta. Sigo los estribillos de todas las canciones y canto en alto. Tengo dolorida la rodilla, la espalda y el talón. No apoyo bien el pie. Corro más lento pero más feliz que nunca. Por fin descubro donde está la traducción del temple torero: en el deslizar de los pies armoniosamente con el propio ánimo, en la ausencia de balbuceo, en la fluidez del ritmo interior y exterior. “ I am on fire”, pero de manera diferente al cantante. Soy dichoso una vez detrás de mis auriculares. Lo peor o lo mejor es que no hay una relación causa efecto en esta transmudada comunicación o comunión íntima. Por suerte no se me ocurre repartir abrazos aunque me acuerde de los míos y de quienes importan, etc.
Para quien lo ha visto o experimentado, siempre es inquietante la entrada del padre o la madre a la meta de las carreras con sus retoños después de meses de sufrimiento consentido, rehenes del tiempo escatimado por no se sabe bien qué recompensa. No es eso, no. Hoy, justamente hoy, "I am on fire" por la fraternidad cósmica y por las eufonías, aunque las palabras no existan o no sean comprendidas. Un día es un día, un día como este.

1.1.08

Paradojas frías. Copenhague


Aunque ya habíamos estado, no me di cuenta de la cantidad de gente que corre, corre y corre a todas horas en Copenhague. Las roderas de los parques, los carriles bicis y las aceras están llenas de personas uniformadas en mallas y cortavientos fluorescentes que se cruzan con ciclistas a -2, -1, 0, 1 o 2 grados de temperatura. Hay tiendas especializadas a cada poco. Los y las daneses y danesas son rubios ( ninguna novedad) estilizados y practicantes genuinos. Fuimos por Hellerup a buscar el mar del Norte el día 31 de diciembre por la tarde. Entonces no había nadie: ni ciclistas ni corredores. Dos pringadetes contra el viento húmedo y racheado. No nos cruzamos en una hora más que con tres personas (eran morenas). Nos imaginamos que todos los practicantes estaban en su casa tirando cohetes e iniciando el largo camino hasta la resaca final. Después de nuestras uvas radiofónicas de postguerra, el paisaje del cielo y el de nuestros oídos era como una noche de San Juan coordinada brillantemente. Vimos todas las variedades de artificio a la misma altura y longitud visual de las 0.00 a la 1.00. Nos fuimos a dormir con la conciencia bien tranquila, en principio.