26.3.10

El Chino. Santiago de Chile


Voy al chino, la leyenda de la acupuntura chilena. Me pone las agujas, me duermo y tengo un sueño. Me levanto de la camilla y estoy en un piso quinceavo. El edificio vibra, abro la puerta, cojo a mi niño pequeño en brazos y bajo por las escaleras. Un violento temblor me tira pero estoy consciente y agarro fuertemente al pequeño. Llego a la calle cuando todo pasó. No hay luz. Pronto oigo otras voces. Mi niño ya no llora. Hablo después con mi padre y se acuerda de todas las veces que ha pasado por esto y yo le cuento  las mías. Mi padre me refiere las de su padre y las de su abuelo. Mi hijo ha crecido pero se ha ido lejos. Mi hijo vuelve y hablamos. Él no se acuerda de nada pero ya sabe todas las historias. Mi hijo siempre quiere que hablemos de ellas. Siempre quiere volver a empezar.

El chino se despide de mí con cortesía oriental. Mis rodillas duelen igual que antes. Miro al cielo y corro y corro y corro.

15.3.10

Doña Ceferina. Madrid.


Me imagino a mi madre interpretando los cantos y los bailes de las zarzuelas en el pueblo blanco, verde y gris de su infancia.El disfraz con cuatro trapos y tres flores bien puestas del coro de niñas y la maestra, doña Ceferina con los brazos cruzados, la alegría de la inocencia en un edén remoto, caluroso y seco.

- ¡Viva el alma juvenil!

Que probablemente oyó Josep Pla en sus años madrileños y qué bien que le hubieran venido para entenderles un poco, a los madrileños, cuyo gracejo reconocía bien ajeno y a quienes no acabada de entender, como a Galdós, con quien coincidó esos años, él en su juventud snob, el otro en su senectud de vieja gloria nacional en zapatillas.

- Por el humo se sabe donde está el fuego, del humo del cariño, nacen los celos.

Que habla de los años en que hubieran nacido los abuelos de los abuelos de don Benito (que era canario) y en los que Madrid era un hervidero de huríes, manolas y pollospera (pero no de chulapones) que iban al Retiro de francachela, a las máscaras, a verse y ser jóvenes.

- ¡Viva el alma juvenil!


Que cantaba el alegre pueblo de Madrid y que podrían haber cantado subidas en la tarima las niñas, debajo de Franquito y el crucifijo y que el alegre pueblo de Madrid tarareaba en la platea, con la música del autor catalán Vives, justo cuando Pla estaba por allí.

!Que viva¡