5.9.10

El muro de Maratón. Maratón. Grecia






Maratón es una calle en medio de la llanura de la batalla. Una pequeña y fea nada en medio de una nada media. Dos bares, una iglesia, un estadio y una especie de museo es muy poco para una visita. Normalmente el peregrino busca reliquias, santuarios u otros peregrinos con los que compartir su viaje. Yo buscaba “kanatas”, las sencillas jarritas metálicas para servir el vino, pero ni eso. Nada. Claro que no fui a Maratón solo por quincallería. Mi romería era también un servicio postal atípico. Llevaba mensajes que no sabía a quién dar ni dónde depositar. La intención era dar sentido a mi propia ocurrencia. Pensé que en el “Demokreio Marathonos”, el ayuntamiento de la ciudad, me inspiraría pero lo único que encontré fue a perros haciendo la siesta. A la vuelta del camino vi entonces el muro. El muro de Maratón, el muro de la Maratón, el muro del sufrimiento máximo y del calvario laico y voluntario y allí dejé los mensajes, como hacen los judíos en su muro. No leí los Salmos como ellos pero hice las fotos. Mission accomplished.

Siempre se corre en círculo. Se sale de un punto para llegar al mismo sitio. En el interín, el sudor y el tiempo. Camino. Origen. Camino. Nunca se va a otra parte aunque los trayectos sean diferentes.

No sois corredores. El vacío de vuestras vidas me turba.

1.9.10

Camino.origen.camino. Maratón. Grecia


"Camino, origen, camino".

Este es el mensaje a dejar en Maratón, el lugar de donde partió Filípides para la historia que ya nos es conocida.

Voy también con otro mensaje, que deja mi amigo Ignasi tomado de Tim Krabbé:

"Meyrueis, Lozère, 26 de junio de 1977. Tiempo caluroso y nublado. Saco las herramientas del coche y monto la bicicleta. Desde las terrazas de los cafés, turistas y lugareños observan. No son corredores. El vacío de esas vidas me turba"

No sé qué me voy a encontrar pero me gustaría pensar que el futuro será otro y que los mensajes tendrán el poder de modificarlo.

Tampoco sé dónde ni cómo voy a depositar los mensajes. Quizás, dobladitos como lo hacen los judíos en el Muro de las Lamentaciones en la estatua de Filípides si la hubiera; quizás quemados y desperdigados en el mar, donde ocurrió una de las batallas que nos libraron a todos de los persas; quizás leídos o declamados delante de algún promontorio o quizás me los coma en pequeños trocitos a modo de tortura nimia.

Sé que todo esto es una patraña absurda pero también sé que es necesaria.

Próximamente en sus pantallas.