10.10.08

La lentitud de los parques (en reconstrucción). Atenas


Le doy la vuelta a un título que siempre me había hecho gracia: La velocidad de los jardines. Lo tomo semiprestado porque aunque no he leído el libro siempre me ha hecho gracia. También podía haber dicho “Todos los parques, el parque” pero el otro me suena más en liza con las modas tituladoras. El parque de Pedion Areos representa una considerable extensión de terreno sin restos arqueológicos apreciables en pleno centro de la otra ciudad maratoniana, que es Atenas. Es un pastiche de diversos “ambientes” cercenado por unas obras que amenazan la eternidad. Lo que vi fue exactamente medio parque. Allí los espacios infantiles están lejos de la amplia pineda para defecaciones y corridas caninas, la entrada pretendidamente grandilocuente convive con sitios con cierto encanto y la plaza central es como una extensión de una pista de skaters por la cantidad de cemento invertida. Ese estilo soviético tuvo realmente momentos expansionistas. Así como el parque no tiene nada realmente especial, el paisanaje observado después de tres vueltas es la muestra de la diversidad tópica esperable. Los viejos de las nudosas manos matan pitos dobles observados por las viejas de negro sentadas bajo el olivo mientras los jóvenes intentan improbables acrobacias “parcour”. Un militar baja la basura del cuartel. El patriarca que habla por el móvil se cruza con los señores maduros que flirtean con otros señores maduros. Padres y madres vigilan en los cotos infantiles a sus hijos. Los albanos, rumanos, pakistaníes y bangladeshís hablan en sus bancos tranquilamente.o ven la tarde pasar. Entablo conversación con otro corredor que en un esforzado francés me indica un posible itinerario.Cuento un total de 4 personas corriendo, récord a la baja a las 18.00 en cualquier parque del mundo occidental. En el día de huelga general nacional, el parque es lo que siempre ha aspirado a ser, un remanso donde se cuela el tiempo. No he visto ninguna pareja en ningún banco haciendo lo que se espera con las hormonas revoltosas. No hay en el parque más emoción que la noche que caerá. Me pregunto como Tolstoi si la tranquilidad es una bajeza moral mientras vuelvo rendido, cautivo y desarmado hacia el hotel.

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