14.4.07

La tierra muelle. Garachico. Tenerife


Fue un raro encuentro la costa amalfitana, Nápoles-Sorrento-Salerno. Aquí tambien hay algún acantilado, un poco menos pronunciado y sin limoneros, pero la sensación es más crepúscular, más abrumadora: el Atlántico, el mar realmente existente y un campo de fútbol que desapareció tras un golpe de mar.Ahora las barreras garantizan el peloteo actual. Cuatro luces amarillas casi alumbran el antiguo poblado de pescadores. Al lado, las olas rompen, el agua se extiende hacia poniente y la gran nube se acerca. Incomparable la fusión de la roca desnuda con la espuma. Estremecimiento en la oscuridad, el abismo se abre, insondable, bla, bla, bla.

Correr junto al mar, con el espíritu invocado de Shelley y Byron, correr ante el impetuoso mar (¡), correr casi tocando el mar es una vera experiencia estética. Correr es una posibilidad de experiencia estética: a pocos metros de donde estés siempre habrá un escenario móvil, con profundidad de caja y atrezzo natural y un presumible hallazgo visual o de otra índole. Allí, en Garachico, después de un tramo como de pista de ceniza, la tierra firme pero blanda. La tierra muelle. No estoy seguro de encontrarla en Cavafis o Walcott o en los poemas sobre el negro mar, la negra lava, la inmensidad del océano, la pequeñez nuestra y el corazón que late. En la tierra muelle sólo reboto yo, descansando de tanto arrebato tópico.

Garachico. Tenerife. 15-03-04

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