31.1.09

Keizer Gebre. Bruselas.Addis Abeba


Siempre que paso delante de la catedral de Bruselas, que siempre está cerrada, camino hacia los rectángulos masónicos del Parc de Bruxelles, tengo bien presente que Carlos I Alemania fue allí declarado a la muerte de su abuelo Fernando, Rey Católico, en 1516. Años después, en Barcelona, recibiría la noticia que había sido elegido Emperador del Sacro Imperio Germánico. Sea en las mañanas frías, en las tardes brumosas o en las noches heladas me viene a la mente el prognático e imperial Habsburgo que acabó sus días huyendo supongo de tan pavoroso tiempo.
Técnicamente yo he corrido contra otro emperador, Heile Gebresselassie, en una mitja en Granollers. La verdad es que me lo crucé, a la mitad de kilómetros que había recorrido, y quedéme tan contento como los que venían conmigo. Fue una aparición: alguien que disfrutaba y parecía deslizarse sobre el asfalto como la extraterrestre de Mars Attacks, pero con la sonrisa impecable y diríase que alada. Dice mi hermano que el de la foto, sacada en el centro de Adis Abeba, representa a Gebre, pero yo no las tengo todas conmigo. Aunque también vuela, aparece serio e inexpresivo. Su piel es blanca y el bigote es menos frondoso. Miro un retrato que tengo del joven e imberbe Carlos I y me pregunto que hubiera sido de la Historia si en el siglo XVI la prótesis dental hubiera alcanzado un estadio más alto de desarrollo y que, por lo tanto, su legendaria glotonería hubiera padecido de mejores digestiones. Seguro que hubiera durado algún año más. El otro emperador, ajeno a estos detalles, flota en su altura cósmica, feliz, concentrado en algún nuevo récord, en la tranquila espera de la pérdida de su cetro.

2 comentarios:

Ian Goldring dijo...

Hoy ha hecho sol, aunque sé que nunca me lo vas a creer. Aquella botella de Jupiler ha relucido. El emperador ha conocido un leve alivio, entre brumas y chiri.biri.

Juan PEDREGOSA dijo...

Se lo merece el pobre