10.6.07

Manitas de Uranio. Orebro. Suecia


Aunque todos pensemos que Suecia es Ikea en extenso con un añadido natural o que pensemos su negativo, esto es, Ikea como Suecia en miniatura, no deja de ser un país inaprensible: la sensación de seguridad, el sol omnipresente en verano, una hospitalidad neolítica (arenques con vodka), las banderas nacionales en los balcones, el junio de las promesas que se disiparán o correr en un parque natural que es la prolongación del parque central de la ciudad. A pocos kilómetros, los tranquilos suecos habían parado la construcción de una mina de uranio en un paisaje tan idílico e irreal como el que cruzaba. El camino, plano, a lo largo del río y después del lago en el que se desagua es óptimo para abandonarse: el piso es de tierra, no hay socavones, se combina frescor y abertura, todo es limpio, claro y verde. La gente divisa las aves migratorias en sus vuelos siberianos. Los patos (las ánades), la variedad de hierbas, flores y arbustos, las casas revestidas de madera roja, las vacas o los yaks y los merenderos civilizados son temas perfectos para pintores retratistas, amantes del languidecer único que tan bien conocía el padre de Wallander. Corro tranquilo, seguro de acabar el tiempo fijado y de olvidar la resaca del día anterior en que el tamaño de las copas nos había engañado. Los pescadores intentan vagamente cobrarse los insípidos peces del río. Algo se desliza sobre la superficie y deja una estela doble y convergente. Al poco aparece la cabeza, la testuz de serpiente que rompe la placidez líquida. Después me cruzo con un hombre en bicicleta con pelo, perilla y camisa blancos. Estaba lívido y sonreía. Sentí que era un ángel pero sólo eran las endorfinas, ya aceleradas.


Orebro: 13-06-04

No hay comentarios: