15.3.10

Doña Ceferina. Madrid.


Me imagino a mi madre interpretando los cantos y los bailes de las zarzuelas en el pueblo blanco, verde y gris de su infancia.El disfraz con cuatro trapos y tres flores bien puestas del coro de niñas y la maestra, doña Ceferina con los brazos cruzados, la alegría de la inocencia en un edén remoto, caluroso y seco.

- ¡Viva el alma juvenil!

Que probablemente oyó Josep Pla en sus años madrileños y qué bien que le hubieran venido para entenderles un poco, a los madrileños, cuyo gracejo reconocía bien ajeno y a quienes no acabada de entender, como a Galdós, con quien coincidó esos años, él en su juventud snob, el otro en su senectud de vieja gloria nacional en zapatillas.

- Por el humo se sabe donde está el fuego, del humo del cariño, nacen los celos.

Que habla de los años en que hubieran nacido los abuelos de los abuelos de don Benito (que era canario) y en los que Madrid era un hervidero de huríes, manolas y pollospera (pero no de chulapones) que iban al Retiro de francachela, a las máscaras, a verse y ser jóvenes.

- ¡Viva el alma juvenil!


Que cantaba el alegre pueblo de Madrid y que podrían haber cantado subidas en la tarima las niñas, debajo de Franquito y el crucifijo y que el alegre pueblo de Madrid tarareaba en la platea, con la música del autor catalán Vives, justo cuando Pla estaba por allí.

!Que viva¡

No hay comentarios: