14.9.08

Vuelvo al sur.Llego al sur

Eso decía la dulce voz aflamencada en la canción de regreso a otro amor improbable y a la infancia eterna. Eso me decía cuando probé conscientemente la receta del sol en su más directa distancia, a la hora del fulgor. Entonces sí que me acongojaba y me cegaba, pero no de pasión. Correr a las tres de la tarde y 34 grados. Otro día eran las ocho y 31 grados, los más las diez y 29 grados.


Vuelvo al norte (?). Recorro la acostumbrada Ronda de Dalt y repito los ritos ceremoniales: el mismo trayecto, la hora habitual y los dispositivos tecnológicos preparados. Vuelvo al sur con la canción y a la hora extrema y a la sensación inaudita. Salgo de la Ronda por una curva de 180 grados. A sus lados conserva la vegetación urbana habitual, restos de serie de arbustos, media zarza, plásticos esparcidos. Allí he visto u oído la vida animal de la ciudad: ratas, gorriones, lagartijas, palomas, cucarachas y me he alegrado cada vez que los he descubierto. Jamás vi una liebre.

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