28.8.07

Las periferias. Valencia




Antes de que se desvanezca el leve recuerdo, estamos obligados a dar cuenta, sobre todo oral, de aquellos sitios que nos impresionan o que pueden impresionar al desprevenido interlocutor. El río imponente sobre la ciudad imperial, la bahía esplendorosa, el camino entre los árboles majestuosos, el parque central preparado para la práctica corredora, los detalles locales intransferibles, el clima desusado en nuestra hora y latitud. El interlocutor es siempre un aborigen reconvertido en turista ávido de sensaciones rápidas inodoras e incoloras. Nosotros, los emisores de historias, somos en cambio conocedores indómitos del genius loci porque somos capaces de dejarnos caer del caballo paulista en cada itinerario. Es en ese momento cuando somos traspasados por las lanzas que nos abren a la aspiración máxima del hombre moderno: la pretendida huida del aburrimiento a través de la contemplación dinámica y activa de lo otro, mon semblable, mon frère. En esas trascendencias estamos cuando caemos en un hotel estándar de una cadena perfectamente estándar situado entre dos poblaciones de las antiguamente llamadas obreras. Es decir, un establecimiento entre cruces de caminos varios, polígonos industriales, ensoñaciones del pasado agrícola y normalmente ridículas ponderaciones de las bondades del sitio que lo acoge. Todas las grandes ciudades están rodeadas de estas poblacioness, legítimos aspirantes a la mediocridad reinante. Los barrios entran también en la definición. Es allí donde vive realmente la mayoría de la gente, esto es, los que votan y los que apuestan a los juegos de azar. Voilà que los 28 grados matutinos no impidieron la absurda resolución de salir y ver si habría un trecho transitable donde olvidar el dolor de la rodilla derecha o hacerlo más agudo. Y en verdad que allí estaba, más de un kilómetro de tierra con la mitad en sombra y sendas fuentes, una al inicio y otra al final. Un paraíso para el pringado que esto suscribe: un lugar donde correr sin mirar lo que ya conoces, la vida de extrarradio, el paseo del jubilado con perro, la suciedad y la extraordinaria calidez del sol de agosto, que vela por nosotros y nuestros inciertos caminos.

No hay comentarios: