Cuando debería haber avanzado por el lunghomare sobre el mar siciliano, en Gela, el espectáculo deprimente del agua y las arenas sucias y de su acceso imposible, del correoso viento y del complejo petroquímico en acción, opto por volver sobre mis pasos y meterme en la ciudad a chafardear, a hacer de flanneur a ritmo levemente rápido. Oigo a lo lejos el sonido inconfundible del megáfono. Il sacco di carbone, 5 euru. Il sacco di carbone, 5 euru. Il sacco di carbone, 5 euru. Sacos de carbón de 25 kilos sobre un Fiat Panda industrial rojo y el megáfono atado con cinta americana. El saco de carbón es una nebulosa que sólo se ve desde el hemisferio sur y quien la describió por primera vez fue Americo Vespucio. Éste fue el primero en darse cuenta de que el continente no era Asia y que era necesario otro mar para llegar a ella. Yo renuncié a mi lunghomare porque no quería horizontes, quería gente tal que el otro vendedor ambulante, de nombre Salvo, el mismo que el de mi héroe Montalbano, que colgaba de su coche un rotulito con la palabra MALOSS, en la imitación de la "s" castellana que hacen los italianos. MALOSS, que es casi un anagrama de LOMAS, como sobre la que se plantaron los restos magníficos de la acrópolis aquellos griegos fundadores de colonias(ahora en la collinetta de Mulino a vento). Resguardada de este, justamente avisto la necrópolis petroquímica en el mismo encuadre, huelo el mismo mar, noto el mismo viento sin que me olvide que lo primero que vi al llegar a la ciudad fuera la foto de abajo.
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Hace 3 años